Una escena en Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2022) resume todo lo bueno y lo malo de la película dirigida por Aitch Alberto. Aristóteles (Max Pelayo) está en un parque natural con la familia de Dante (Reese Gonzales) contemplando el cielo estrellado, esa maravilla que nos robaron las luces de las ciudades y que sólo podemos apreciar si viajamos al campo. Dante llama a Aristóteles para que observe algo maravilloso por el telescopio y mientras su amigo viene, mueve el instrumento óptico más de una vez. La pantalla entonces muestra un hermoso cielo estrellado en tanto Dante dice: “cuando crezca descubriré los secretos del universo.”
Todo aquel que ha usado un telescopio sabe que no puede moverse y que jamás se podrá contemplar un cielo estrellado a través de él, pero quienes hemos sido adolescentes también sabemos que alguna vez creímos que el universo estaba simplemente ahí para revelar misterios maravillosos que harían nuestra vida magnífica. Esa ternura y profundidad con que la película muestra los sueños de dos adolescentes, así como la tosquedad con que ambienta ese mundo, hacen de Aristóteles y Dante una película con grandes picos y profundos valles. La obra cinematográfica nos reconcilia con ese joven que alguna vez fuimos y que todavía merodea en nuestros sueños, y al mismo tiempo nos desconcierta con la precariedad de sus escenas y la superficialidad de los personajes secundarios.
Aristóteles (Max Pelayo) es un joven que vive en el Paso, Texas, aislado de la comunidad en la que vive y de sus padres (Eugenio Derbez y Veronica Falcón), quienes guardan una especie de luto continuado luego del encarcelamiento de su hermano. Un buen día, Aristóteles encuentra a Dante en una piscina y se hacen amigos. Dante le enseña a nadar a Aristóteles, a leer poesía y a ver las estrellas en un parque natural cercano. Tanto el padre de Dante (Kevin Alejandro), un profesor de arte, como su madre (Eva Longoria) parecen entrever la orientación sexual de su hijo y tratan a Aristóteles como su futura pareja.
En un giro algo inesperado de la película, un día Dante descubre que debe irse con su familia a Chicago por un año. Cuando se marcha, el filme comienza a mostrar la nueva vida de Aristóteles, solo, sin su amigo, mientras una voz en off lee las cartas de Dante. Son quizás éstos los mejores momentos de la película. Escenas en las que escuchamos a Dante decir que desearía besar a una muchacha o, tal vez, a un chico, en las que vemos a Aristóteles desear ir y no a una fiesta, en las que compartimos las luchas de los jóvenes por entenderse, por encontrar su identidad, escenas en las que somos parte de ese mundo de agobiantes e irresolubles dudas que son la vida de la adolescencia.
Cuando Dante regresa a El Paso, es otro. En su mar de indecisiones tiene una certeza: a él le gustan los chicos, no las jóvenes. Un buen día, Dante le pide a Aristóteles un beso y, después de mucha insistencia, su amigo acepta. Inmediatamente después Aristóteles lo echa del carro, enfurecido por lo que ha sucedido. Días después, descubre que alguien le ha propinado una paliza a Dante. Furibundo, Aristóteles golpea a uno de los culpables hasta ser detenido. Al regresar a casa, el joven descubre que su hermano está en la cárcel por haber asesinado a golpes a una mujer trans que ejercía la prostitución. Es esta verdad sobre su familia, así como la aceptación y apoyo de sus padres, lo que permite al joven forjar su identidad Son ellos quienes le dicen que su tía favorita, Ophelia (Marlene Forte), era lesbiana y por eso había sido rechazada por sus familiares.
Aristóteles y Dante sugiere que la violencia nace del rechazo hacía nosotros mismos y que es el amor hacía lo que somos lo que nos permite descubrir los secretos del universo. Al final de la película, Aristóteles y Dante se besan, expresando su amor libres de prejuicios. Un holograma del universo se dibuja entonces entre sus dedos. La escena es pobremente filmada, y en medio de un sol estival, en un cielo sin nubes, la lluvia comienza a caer. Aún así, la escena no deja de ser hermosa. Quizás la adolescencia es la época en que más luchamos por no ser nosotros mismos. Pero en los breves momentos en los que podemos “ser” sin dar explicaciones, es cuando nace el amor y el universo se revela tal como es, sin límites.
Comments